La Cristianización del Imperio Romano y la politización de la Iglesia primitiva (Siglos III y IV d.C.)
Resumen:
La cristiandad de occidente no siempre fue la institución jerárquica y
homogénea que conocemos hoy en día, esta situación comenzó con un lento proceso
de expansión y organización, que circunscrito al mundo del Imperio Romano, se
fue configurando en el formato denominado iglesia. El siguiente aparte, es un
breve bosquejo de la génesis de dicha institución, en la forma de su arista más
visible: la jerarquía, y su desarrollo en los tres primeros siglos de la era
cristiana. Sera la jerarquía y su administración, la que atraerá los ojos del Imperio
Romano, quien vera un aliado en aquella naciente organización, para
salvaguardar su propia institucionalidad.
Palabras Claves: Cristianismo, Imperio Romano, Jerarquía, Iglesia Primitiva, Institución, Iglesia Católica
Abstract: The Christianity of the West was not always the hierarchical and homogeneous institution we know today, this situation began with a slow process of expansion and organization, which circumscribed the world of the Roman Empire, was configured in the format called church. The next one is a brief sketch of the genesis of this institution, in the form of its most visible edge: the hierarchy, and its development in the first three centuries of the Christian era. It will be the hierarchy and its administration, which will attract the eyes of the Roman Empire, who will see an ally in that nascent organization, to safeguard its own institutionality.
Key Words: Christianity, Roman Empire, Hierarchy, Early Church, Institution, Catholic Church
La abstracción es una herramienta pedagógica, que a menudo usamos los que nos dedicamos a la disciplina histórica con el fin de explicar complejos fenómenos enmarcados en el tiempo y en el espacio; el mismo ejercicio de comprimir tiempo y espacio en una frase, es en sí necesario y aberrante; nos es útil como herramienta nemotécnica pero a la vez nos deja el vacío de una explicación; vacío por supuesto que es necesario llenar y más si pretendemos explicar un fenómeno histórico.
La idea con la que encabezo el presente texto no es reciente, de hecho ha sido una especie de explicación tradicional de la teología protestante, para explicar una serie de fenómenos acontecidos en torno al siglo III y IV de nuestra era, aunque con matices diferentes podemos encontrar este planteamiento en autores como August Neander en el siglo XIX del que Jacob Burckhardt[1] retomó algunos conceptos, y en el siglo XX Halley lo refrendo en su clásico manual[2].
Debemos diferenciar en el matiz que ambos autores le dieron a su idea, para Neander en aquella época se cristianizo el Imperio y se politizo la Iglesia; para Halley el enfoque es diferente, para este se cristianizo el Imperio y se paganizo la Iglesia; de ambas posturas se podría hacer una síntesis al asociar los conceptos de paganización-politización, pero esta discusión amerita otro espacio; además por ahora no es menester un juicio de valor sobre ningún concepto; y aunque el mismo término pagano a nuestros ojos puede parecer peyorativo, en los primeros siglos de nuestra era, difícilmente poseía la carga semántica que hoy en día tiene.
El termino pagano en un primer momento se refería a un hombre del campo[3] MacCulloch vera una evolución del termino heleno en pagano, una especie de equivalente para entender el concepto pagano es la expresión barbaros, que usaban los griegos (helenos) para referirse a los que no eran como ellos o tenían otras costumbres, y en última instancia a los que consideraban inferiores a ellos; es paradójico que el cristianismo aplicara la misma fórmula con la cultura griega; la explicación de Jaeger nos pondrá más en línea, pues él define pagano como "griego antiguo"[4]pero la discusión en la que pretendemos adentrarnos tiene dos caras y dos actores: el cristianismo y el paganismo, ambos cargados de cosmovisiones y elementos autóctonos; lo que aparentemente parece complejo es identificar después del siglo V hasta dónde va el uno y donde empieza el otro, pues la mezcla fue tal que hoy consideramos cosas como cristianas que en los primeros siglos eran consideradas indefectiblemente paganas, asuntos que van desde practicas hasta artefactos[5].
En panorama nos encontramos frente a un fenómeno de simbiosis cultural cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días, pero ¿cómo llego una minoría a convertirse en el regidor de la vida y la muerte de todo el Imperio Romano? ¿Cómo se convirtió o mejor dicho se fusionó con el sistema y cosmovisión Romano para que surgiera lo que los historiadores han llamado: la sociedad cristiana?[6]
La primera mitad del siglo II conoció la máxima extensión del territorio del Imperio Romano, y en el reinado de Marco Aurelio (161-180 dc) se suele poner el punto de quiebre hacia su decadencia, fue durante este periodo de esplendor en el que irónicamente surgieron los brotes del debacle. La vasta extensión territorial, de entrada suponía varias exigencias administrativas y sus respectivos peligros: el gasto militar había aumentado junto con el número de las legiones, para época de Augusto se contaban 6 legiones, y para finales del siglo II se había elevado el número a 11, un cálculo en hombres estima que se pasó de 137.000 a 200.000.[7]
La conquista de nuevos territorios implicaba el proceso de romanización, este significo la traslación de las instituciones y aspectos culturales a la nueva provincia, el latín era impuesto como lenguaje oficial y administrativo, aunque no se imponía como lengua vulgar; el culto al emperador era otro aspecto que se transmitía a la nueva provincia, será precisamente este culto, y el rito de quemar incienso ante la estatua del Cesar, lo que llevara a cientos de cristianos a morir como mártires; otro gran elemento que llego a muchas provincias y en el año 212 con el edicto de Caracalla a todo el territorio del Imperio Romano y sus habitantes, fue el estatus de Ciudadanía Romana, aquel territorio que alcanzaba aquella gracia, se veía beneficiado por el amparo del derecho romano, aunque también entraba por supuesto en la tributación romana, no siendo ya un territorio de esclavos, sino un territorio con las facultades jurídicas que incluía la apelación ante cualquier tribunal por sus derechos incluso ante el mismo Cesar.[8]
Un aspecto que es importante poner sobre la mesa es el eje de poder que representa la ciudad en el mundo Romano, si bien su sustento dependía de la agricultura y el campo, era en las ciudades donde se concentraba la vida social y se consumaba y afirmaba la vida estamental, donde estaban los representantes del Imperio, tanto civiles como militares; el campo por lo tanto tenía una posición supeditada a la vida y decisiones de la metrópoli. A la vida de las ciudades hay que agregar por supuesto el elemento articulador de la gran arquitectura social del Imperio Romano: los caminos; ellos hicieron posible el desarrollo de las relaciones entre las ciudades, tanto a niveles económicos como culturales, siendo no solamente caminos de productos sino de ideas; no es un misterio cómo estas ayudaron a la propagación del cristianismo en los siglos I y II.
Hacia finales del siglo II y principios del III las campañas militares continuaban, en los años 165 y 166 la campaña sobre Mesopotamia había culminado con gloria para Marco Aurelio y su corregente Lucio Vero; esta campaña parecía ser el preludio de una vuelta de hoja; en el año 167 una serie de pueblos desplazados desde el norte penetraron en Italia marcando así el inicio de las llamadas invasiones bárbaras y los asaltos a los flancos descuidados del vasto territorio, las mismas se generalizaran en el siglo III agudizando la sensación de crisis y decadencia; por aquella época hacia el año 211 el Emperador Septimio Severo morirá en plena campaña por someter a toda Britania a control Romano; esta época también verá el ascenso de la dinastía Sasanida que representara un adversario tenaz del Imperio Romano en el siglo III; era el momento en que el gran Imperio conquistador, comenzaba a beber de su propia medicina.
El siglo III fue un siglo catalogado tradicionalmente como de crisis para el Imperio Romano, será el siglo de los gobiernos militares por excelencia y también será por así decirlo el de la "democracia" de las legiones, puesto que estas quitaban y ponían emperadores a su antojo, especialmente tras el fin de la dinastía de los Severos en el año 235, un cambio de política tendrá que esperar hasta la llegada de Diocleciano 50 años después con la instauración de la tetrarquía y la división administrativa del Imperio en dos augustos y dos cesares.
Otro dato importante que no puede dejar de mencionarse, serán dos pestes que cruzaron aquellos años, la primera en la época de Marco Aurelio entre los años 166 y 167 y la segunda a mediados del siglo III entre los años 252 y 253 con foco en Cartago, que alcanzara a Roma en el año 262[9], es importante mencionar estos incidentes sobre nuestra narración, porque a cada peste o epidemia seguían episodios de persecución contra los cristianos a quienes se acusaba de haberse apartado de los dioses tradicionales del Imperio, la acusación que se les hacía normalmente era de ateos.[10]
Después de haber mirado a grandes trazos las características que enmarcaron aquellos siglos, pasamos ahora a enfocarnos en el ámbito cristiano, entendiendo este como la otra cara de nuestra moneda, ya dimos una descripción inicial del bando pagano, ahora echemos un vistazo al cristianismo en aquel entorno que acabamos de describir.
Cuando se habla de los tres primeros siglos de la historia del cristianismo una sola palabra salta a la vista: persecuciones; el alcance de aquella abstracción historiográfica, ha cegado la apreciación sobre otros aspectos esenciales de la historia del naciente cristianismo y su expansión; no por ello debemos de dejar de decir algo sobre las persecuciones; dejando de lado la narración épica y acontecimental de los martirios acaecidos durante aquella época, quiero enfocarme en los picos jurídicos sobre las persecuciones, pues allí encontraremos la explicación natural y el móvil de la persecución de cristianos desde la ley romana, y por ende para la mentalidad; aunque las persecuciones tuvieron otros móviles, la jurisprudencia fue diametral, pues fue esta sostenida por los otros móviles, en otras palabras la superstición y el desprecio que sentían los habitantes del Imperio ante el secretismo del culto cristiano, sostuvieron la jurisprudencia sobre la cual era legal la ejecución de cristianos.
Las persecuciones imperiales como tal iniciaron bajo el imperio de Nerón tras el incidente del incendio de Roma ocurrido en el año 64, se castigó "primeramente a los que profesaban públicamente esta religión y después por indicios de aquellos una multitud infinita, no tanto por el delito del incendio que se les imputaba, como por haberles convencido en general aborrecimiento al género humano"[11]. Este párrafo es revelador en tanto que nos da una pista clave del primer móvil de las persecuciones, poniendo el incendio como un pretexto, a los cristianos se les acusaba popularmente de despreciar la humanidad[12] o de ser odiados por ella, la carga de sospechas sobre los cristianos fue robusteciéndose a tal punto de que la mera acusación de ser cristiano era sinónimo de delito sin más; así se creó esta tradición jurídica, que no cambiara mucho hasta Septimio Severo; solo se asentara y sistematizara con el rescripto de Trajano a principios del siglo II, este consistió en la respuesta del emperador a la consulta realizada por Plinio el Joven quien fuera nombrado en 103 proconsul de Bitinia y Ponto, las palabras del emperador se pueden resumir en 3 puntos:
- La autoridad oficial no debe tomar iniciativa en las pesquisas, christiani conquirendi non sunt.
- Los denunciados que nieguen su condición de cristianos o que renieguen de ella por la apostasía, aun cuando hubieran cometido el crimen legal de serlo, tienen que ser absueltos.
- Los que confiesen su fe cristiana deben ser condenados.[13]
En pocas palabras se ponía al cristianismo la condición de religión ilegal[14], según el historiador británico Diarmaid MacCulloch lo que llevo al cristianismo a este punto de cosas fue su "secretismo y aislamiento obstinado en su propio mundo"[15], en su difusión por el mundo romano, el culto cristiano se había llevado a cabo en un ambiente privado, lo que dio pie a todo tipo de calumnias y difamaciones, como que adoraban la cabeza de un asno y en sus ritos de iniciación asesinaban a un niño de brazos para luego devorarlo, también se les acusaba de reuniones orgiásticas[16], debido a estas acusaciones los apologistas cristianos explicaron a menudo en sus escritos la práctica del culto cristiano, además de su pensamiento y moral[17].
Entre los años 200 y 202 tras su regreso de oriente el emperador Septimio Severo "prohibió bajo pena grave hacerse judío, y tomo la misma determinación con respecto a los cristianos"[18] al parecer por un renovado fervor religioso animado por su visita a algunos lugares emblemáticos del oriente y Egipto.
Es importante aclarar que cuando estamos hablando de las persecuciones, no se puede hablar de un fenómeno general que abarcaba todos los territorios del Imperio Romano, a veces se trataba de incidentes locales que si bien terminaron con ejecuciones, no se puede hablar de persecuciones extendidas a todos los rincones; es cierto que la tensión estaba a la orden del día para los cristianos y ciertamente una parte de la formación del catecumenado contemplaba el entrenamiento para el agon (combate de los mártires), pero ya en el siglo III los cristianos eran habitantes regulares en todos los territorios del Imperio; las persecuciones gozaron de periodos de clímax, pero también de ausencias, de ambos periodos la Iglesia supo tomar provecho, los primeros para fortalecerse internamente y los segundos para expandirse y organizarse.
Continuando con las legislaciones sobre las persecuciones, luego del edicto de Septimio Severo, el resto de su dinastía no supuso ningún nuevo peligro, incluso por algunos detalles que nos da Eusebio de Cesarea la madre del último de los Severos Julia Mamea simpatizaba con los cristianos y busco ver al propio Orígenes.[19]
Un nuevo incidente se sumara a la llegada de Maximino el Tracio el año 235, este por animadversión a su predecesor la emprendió en contra de los cristianos pero puntualmente, se enfoco según Eusebio en "aniquilar a los jefes de las iglesias"[20] puesto que según el mismo Eusebio la casa de Alejandro Severo estaba compuesta de "muchos fieles"[21], el edicto de persecución de Maximino, va a marcar un punto que va a diferenciar las persecuciones ahora: la jerarquía, si bien antes sucumbieron obispos, presbíteros y diáconos, no se les había dado por así decir una significación estratégica, a partir de Maximino se convertirán en objetivo clave.
Un nuevo edicto, además de una peste marcaran uno de los picos más altos de las persecuciones a mediados del siglo III, Decio promulgo un edicto en el que se obligó a todo súbdito del Imperio a realizar un acto de adhesión al culto pagano, sea sacrificando ante la estatua del emperador o participando de un banquete sagrado, fueron muchos los mártires de este periodo, particularmente en Roma y en el norte de África, donde la peste del 252 hostilizo al pueblo contra los cristianos, fue durante un breve periodo de aquellos años de Decio que el obispado de Roma estuvo bacante, pues el en otros tiempos codiciado trono de Pedro, por aquellos días solo significaba un potro de tortura seguro.
El sucesor de Decio, continuo con su política aunque con motivos diferentes, este periodo de persecución va a poner a los cristianos en un atolladero moral, pues si bien los mártires habían sido muchos, los apostatas o lapsis también, es decir aquellos que habían sacrificado cediendo a la tortura o para evitarla, las cartas del obispo de Cartago Cipriano, dan mucha información respecto al problema y el respectivo debate encendido, sus cartas abarcan un periodo aproximadamente de una década finalizando sobre el año del martirio del mismo Cipriano en el 258 durante el reinado de Valeriano.
Valeriano fue proclamado emperador por las legiones del Rin en el año 253, promulgo una serie de edictos comenzando en el año 257 que apuntaba siguiendo la tradición de Maximino al clero superior (Obispos, presbíteros y diáconos), obligándoles a sacrificar y prohibiendo oficiar culto, este edicto se recrudeció con un segundo edicto, poniendo la pena de ejecución como la pena capital, puesto que el edicto anterior solo había llegado hasta el despojo de bienes, destierro y trabajo forzado en las minas, este segundo edicto se ejecutó en el año 258.
Para el año siguiente la situación política del Imperio dará un giro inesperado, ante una ola de expansión por parte de los Sasánidas en oriente, el emperador se verá obligado a ir a oriente donde caerá preso por el enemigo, quedando al frente del Imperio su hijo Galieno, este contrario a su padre promulgo el primer edicto conocido de tolerancia religiosa respecto al cristianismo por el año 260[22] en él se ordena la devolución de propiedades a los cristianos y el permiso de oficiar el culto sin ser molestados, las consecuencias de este edicto fueron hasta los primeros años del siglo IV cuando se desata la denominada gran persecución con Diocleciano y sus edictos, esta última persecución imperial significó el pico más alto de la persecución hasta aquellas fechas y pudo sumar más martirios que cualquier otra hasta entonces.
Los cuatro edictos de Diocleciano se resumen pues así:
- Se ordena la quema de todos los libros sagrados, los edificios de culto, se depone de su cargo a todo cristiano en puestos de administración en el Imperio tanto en lo civil como en lo militar, además se privó a los cristianos de acudir a los tribunales a pedir justicia y finalmente se negó la posibilidad para los esclavos cristianos de obtener la libertad.
- Condeno a todo el clero a la prisión.
- Ofreció la libertad a los encarcelados a cambio de sacrificar y condeno a los que rehusaron hacerlo a la tortura.
- Se revive el edicto de Decio, por el cual se obligaba a todo ciudadano del Imperio a sacrificar al culto imperial.[23]
Estos edictos estarán vigentes hasta el edicto de tolerancia de Galerio en el año 311 y el posterior edicto de Milán que marco el fin jurídico de las persecuciones imperiales en el año 313.
De este resumen jurídico de las persecuciones y atendiendo al fin de este articulo hay varios aspectos a resaltar, los movimientos y las formas en que el cristianismo se desarrolló, dando un vistazo panorámico a los tres siglos de persecución romana, vemos un cambio importante de tendencia que señale brevemente antes, el siglo III inauguro la persecución del clero o contra el clero, además del aumento de los cristianos en posiciones de administración, los mártires del siglo III dan testimonio de varios oficiales y altos cargos del Imperio enjuiciados, contrario a los mártires de los dos primeros siglos donde abundaba la plebe del Imperio, y un clero de poca monta, el siglo III vera en el cadalso a jerarcas como Cipriano de Cartago, símbolo de un nuevo clero organizado y sistematizado, consiente de sí mismo, de su deber y de su poder.
El siglo III también vio la aparición del edificio eclesiástico, ausente en siglos anteriores al menos desde el año 70 con la destrucción del templo de Jerusalén, el edificio eclesiástico más antiguo que se conserva es la casa de los cristianos de Dura Europos datada por el año 230, esta constituyo el edificio cristiano más antiguo dedicado exclusivamente al culto, antes los cristianos se reunían en sus residencias y en épocas hostiles en los cementerios o catacumbas.
Fue pues el siglo III escenario de un conflicto entre institucionalidades que si bien en un principio se oponen, encontraron finalmente en la simbiosis la posibilidad más efectiva de supervivencia y permanencia, esto ¿Qué significó? Que acudimos a un escenario donde la institucionalidad romana en crisis fue auxiliada por su naciente par cristiana, que aporto a esta el acople del que carecía, los cristianos del siglo III ya no eran los despreciables que mencionaba Tácito en el siglo I, para aquel entonces incluso ocuparon el palacio y pronto aparentemente el trono.
Siguiendo la idea de Neander sobre la politización de la Iglesia, es evidente como la organización eclesiástica en la segunda mitad del siglo III se afianzó mientras la organización política del Imperio se debatía por subsistir en medio de los juegos de poder presididos por las legiones; tras la época de anarquía militar y los emperadores Ilirios, donde las incursiones bárbaras se contaron por todos los rincones del Imperio, la cristiandad se extendió y por ende su forma institucional: La Iglesia; las redes administrativas formadas por la Iglesia, permanecieron allí, donde la espada de las legiones fracaso, lenta pero sólidamente fue replicando algunos formatos del Imperio Romano como es el caso de la administración por el sistema de diócesis instituidas por Diocleciano en las reformas emprendidas entre los años 293 y 297.
Desde fechas muy tempranas los cristianos tomaron de referencia el mundo que veían para explicar su fe, ejemplos de ello son las referencias a la vida militar romana para dar la idea de un ejército espiritual, que pasados los siglos se volverá muy real y literal, pero en las primeras referencias su concepto fue espiritual y simbólico, estamos hablando de la armadura de Dios que nos enuncia el apóstol Pablo en su carta a los Efesios[24]en la que toma por referencia la armadura de los legionarios del primer siglo, más tarde Clemente Romano en su carta a los Corintios a finales del siglo I enunciara la importancia de la disciplina militar dentro de la Iglesia especialmente la sujeción y la obediencia, diciendo: "Consideremos los soldados que se han alistado bajo nuestros gobernantes, de qué modo tan exacto pronto y sumiso ejecutan las ordenes que se les dan."[25]
Como lo veíamos anteriormente el traspaso institucional a cada territorio conquistado era parte sistemática del proceso de romanización, la admiración por la burocracia romana y su forma de gobierno no era ajena a la Iglesia especialmente a las congregaciones radicadas en el lado occidental del Imperio, pero con especial acento en la ciudad de Roma, aunque este pensamiento puede rastrearse incluso hasta principios del siglo II en los escritos de un obispo Sirio, nada menos que el célebre Ignacio de Antioquia, quien en su cata a los Tralianos hace la comparación del colegio presbiteral o de ancianos con el " Senado de Dios"[26]. La forma imperial romana será un referente obligado en la administración de una Iglesia creciente, Will Durant lo expresa en los siguientes términos al referirse a la comunidad cristiana de Roma, esta "dedicó su atención más la organización que a la teoría, edificaba y gobernaba dejando a los otros la tarea de escribir y hablar..."[27], también resumirá la genealogía del modelo cristiano en tres recepciones: Judea=Ética, Grecia=Teología, Roma=Organización[28].
Para que Roma cobrase más preponderancia eclesiástica habra que esperar hasta el siglo IV, antes debemos entender algunos aspectos de la administración eclesiástica en los primeros siglos, haremos algunas aclaraciones previas; tres palabras griegas serán el foco del debate: Episkopos, Presbíteros y Diakonos (obispos, ancianos y servidores), el asunto se ha dado para muchos debates hasta nuestros días, la pregunta pues radica, en si se trata de cargos y por ende jerarquía o si por el contrario eran funciones que terminaron convertidas en cargos, las tres palabras comienzan a ser usadas desde la literatura Neotestamentaria especialmente en las llamadas cartas pastorales ( primera y segunda de Timoteo y Tito) pero quien les dió claramente un carácter jerárquico fue Ignacio de Antioquia, quien argumento que ese modelo de administración eclesiástica fue una " Palabra profética"[29], y a través de sus cartas defendió ves tras ves este formato.
Tenemos otro texto de aquella época, que según los mejores estudios se ha fechado a finales del siglo I, se trata de la llamada Didakhe o enseñanza de los apóstoles, que consiste en un corto manual de doctrina y práctica , he ahí donde radica su importancia, debe ser estudiada a la par con las epístolas de Ignacio de Antioquia en lo que a eclesiología se refiere, la Didakhe es el eslabón entre la eclesiología Neotestamentaria y la Ignaciana, en otras palabras gracias a esta podemos conectar el desarrollo de la eclesiología u administración eclesial en el estudio de la evolución de los títulos ministeriales o clericales, allí encontramos el cambio o la aparición del primer clero cristiano, y también podemos ver el paso de la administración carismática a la administración jerárquica; según el nuevo testamento, en palabras del apóstol Pablo en su carta a los Efesios se habla del fundamento puesto por los "apóstoles y profetas"[30], en la Didakhe el apóstol es descrito como un maestro itinerante que va de paso, lo mismo que los llamados profetas[31], en la misma carta a los Efesios aparecen otros tres términos acompañando a los apóstoles y profetas en la lista de los llamados carismas ministeriales o ministerios u ejercicios clericales o eclesiásticos (esto según la postura doctrinal), se trata pues de los evangelistas, pastores y maestros.[32]
En síntesis tenemos dos listados con aproximadamente 50 años de diferencia; una en la carta a los Efesios del apóstol Pablo, y la otra en las cartas de Ignacio de Antioquia donde enuncia la triada clerical (obispo, presbíteros y diáconos) y entre ambos escritos la Didakhe donde se enuncian algunas funciones de la lista del apóstol Pablo y también de la triada clerical de Ignacio; una cita de la Didakhe será muy ilustrativa: "elegíos obispos y diáconos dignos del Señor, hombres mansos, no amantes del dinero, sinceros y probados; porque también ellos os sirven a vosotros en el ministerio de los profetas y maestros, no los despreséis, ya que tienen entre vosotros el mismo honor que los profetas y maestros."[33], sobre la cita anterior es importante destacar la palabra obispos en plural, pues a partir de Ignacio de Antioquia el obispo será singular inaugurando el principio del obispo monárquico.
Habiendo dibujado a simples trazos la génesis de la estructura eclesiástica, debemos al menos enunciar una serie de eventos entre los siglos II y III que consolidaron aquella estructura, que los emperadores de mediados del siglo III verán con malos ojos, tanto que Cipriano de Cartago se atrevió a decir sobre el mismo Decio que "le era más llevadero y tolerable oír que se alzaba contra él un príncipe competidor que saber que en Roma se constituía un sacerdote de Dios."[34], pero el siguiente siglo Constantino vera en la Iglesia un aliado estratégico para su visión imperial.
Un concepto inaugurado al parecer por Ignacio de Antioquia será la base ideológica que dió la argamasa para unir aquella génesis estructural, se trató del término católico que aparece con este nuevo sentido enunciado por Ignacio en su carta a los Esmirniotas[35], este término griego que se traduce como: universal, que es común, que abarca a todos; se fue transformando con los siglos en una marca registrada que identifico la cristiandad de occidente y tras la reforma del siglo XVI distinguió a la cristiandad cuya administración preside el obispo romano; pero en los siglos que tratamos, significó la hermandad de comunidades cristianas que aunque dispersas por el territorio del Imperio, compartían lazos fraternos y doctrinales, y en la palabra católicos encontraron una marca que los empezo a distinguir de otras minorías y disidencias "cristianas" de los primeros siglos[36], aunque con marcadas diferencias en práctica y aspectos culturales, esta primera marca no contemplo problema en la pluralidad, como bien ilustro Norbert Brox " la Iglesia de los primeros siglos se asemejaba a una densa red de iglesias locales del mismo rango con sus obispos, extendida por todo el mundo y con diferencias regionales muy marcadas...las iglesias fueron conscientes de esa pluralidad, que saltaba a la vista necesariamente en todos los contactos entre comunidades, pero no se veía en ello un defecto, y hasta pudo decirse que las diferencias concretas en la vida eclesiástica probaban la unidad de los cristianos en la fe."[37] Fue la segunda marca la que envió al traste esta idea, cuando la Iglesia ya no solo fue católica sino además romana.
Hablamos anteriormente del proceso llamado romanización como un aspecto cultural que hacia parte del proceso de conquista y aculturación llevado a cabo por el Imperio Romano, ahora hablaremos de romanización eclesiástica, denominaremos así a las acciones emprendidas por la comunidad de cristianos radicada en la ciudad de Roma, siendo esta una de las comunidades más antiguas y activas desde la segunda mitad del siglo I; podemos ver en la Iglesia Romana una preocupación particular por el orden, que podemos rastrear desde la epístola de Clemente Romano a la iglesia de Corinto a finales del siglo I, en la que se manifesto su preocupación por la deposición de unos presbíteros en dicha comunidad, la carta fue un llamado a devolver a su sitio a los presbíteros depuestos, pues a consideración de Clemente fueron elegidos por los apóstoles que "pregonaban por lugares y ciudades la buena nueva y bautizaban a los que aceptaban el designio de Dios, iban estableciendo a los que eran como primeros frutos de ellos, una vez probados en el espíritu, como obispos y diáconos de los que habían de creer."[38], eran pues estos oficios una réplica de la institución sacerdotal del Antiguo Testamento y así lo sostendrá Clemente a lo largo de su carta con muchos ejemplos; destaquemos para continuar que en la carta de Clemente los términos ancianos y obispos son usados indistintamente y además en plural.
Cincuenta años después del incidente de los Corintios una reunión de dos obispos en la ciudad de Roma inicio de nuevo un acalorado debate sobre la unidad de la Iglesia: Policarpo obispo de Esmirna y Aniceto obispo de Roma se reunirán en el año 154 para discutir un aparente tema menor: la fecha de la celebración y practica ritual de la pascua; la tradición asiática defendida por Policarpo indicaba la fecha el 14 de Nisán sin importar el día de la semana que cayera tal fecha; la tradición romana insistía en que se celebrara el domingo siguiente al 14 de Nisán; ambos obispos insistieron en la tradición de origen apostólico de sus prácticas y no lograron llegar a acuerdo alguno, sin embargo la concordia se mantuvo; pero en torno al año 190 una serie de escritos y reuniones encendieron la hoguera nuevamente y un obispo de Roma menos conciliador amenazo con apartar de la comunión a las iglesias de Asia, se trataba del obispo Víctor[39], varios obispos intervinieron para calmar entonces los ánimos de Víctor, Ireneo de Lyon entre ellos, escribieron una carta de la que Eusebio reproduce algunos fragmentos en los que recuerda que las diversas practicas no eran novedad "y esta diversidad de modos de observarlo no tiene su origen ahora en nuestro tiempo" continua diciendo la carta "y no vivieron con menos paz entre todos ellos por esto...y jamás se rechazó a alguien por esta forma..."[40] no se sabe cuándo se sometieron las iglesias asiáticas a la práctica romana, lo que si es cierto es que dicha práctica termino imponiéndose dando la sensación en palabras de Jules Lebreton que "cada vez se hace más patente que la garantía de la unidad católica estriba en la comunión de las iglesias con la sede de Roma."[41]
A principios del siglo III surgió en Roma la figura de Hipólito quien llego a separarse de la Iglesia Católica, y a constituirse como obispo por animadversión a las posturas lazas con respecto a la herejía y la penitencia por parte del obispo oficial de turno, a ese entonces Ceferino y luego Calixto; Hipólito fue escritor prolífico y polemista enérgico, sus obras pese a su posición como pseudo obispo son consideradas ortodoxas, al final de su vida fue deportado a Cerdeña junto con el obispo Ponciano con quien fue reconciliado, ambos en posición de exiliados renunciaron a sus cargos para luego morir como mártires durante la persecución de Maximino en el año 235[42]. El llamado cisma de Hipólito está enmarcado en una época de convulsa actividad teológica, donde se condenaron varias doctrinas sobre la persona de Cristo y se fue moldeando la doctrina católica definitiva.
Seguidamente otro cisma sacudirá las iglesias occidentales a mediados del siglo III propiamente a Roma y a Cartago, se trata de los cismas de Novato y Novaciano, el primero en Cartago y el segundo en Roma, fue tras el fin de la persecución de Decio en el año 251 y el regreso de Cipriano a Cartago, además de la elección de su homólogo en Roma que se suscitaron las contiendas, la polémica giro en torno a la penitencia y la readmisión de los lapsis (aquellos que habían sacrificado durante la persecución reciente), en un principio Novato de Cartago para atraerse a sí mismo seguidores ofreció el perdón y la readmisión a todos, Cipriano contrario a Novato exigía una penitencia más rígida y concienzuda, posición que se ratificaría en concilio de Cartago de la primavera del año 251, aunque amainada en rigidez.
En Roma el asunto fue diferente, luego de 15 meses de obispado vacante, un presbítero se había hecho notable, Novaciano elevado al presbiterio por el obispo Fabian, se proclamó a si mismo obispo[43] en contra de Cornelio el obispo oficial, Novaciano había tomado la postura del rigorismo, negando la readmisión a la Iglesia de los lapsis[44]; sin entrar en detalles estos cismas dejaron una copiosa correspondencia y varios tratados entre el obispo de Roma y el obispo de Cartago, la mayoría de ellas contenidas en el corpus conocido como cartas de Cipriano de Cartago, donde se puede ampliar información sobre aquellos días; un tratado de aquella época resalta, se trata del llamado La unidad de la Iglesia Católica de la pluma de Cipriano, tratado donde se reafirma la jerarquía eclesiástica según la triada Ignaciana, la posición del obispo único[45] y la igualdad de derechos de los Obispos[46] dando por sentado una unidad espiritual no jurisdiccional.
El cisma de Novato y Novaciano había abierto otro debate que acaloró las relaciones entre Roma y Cartago, fue pues el del bautismo de herejes, la cuestión estaba en si se debería considerar o no valido el bautismo otorgado por los cismáticos, o si por el contrario se debería rebautizar a los mismos, Cipriano opinaba que sí, contrario a Esteban obispo de Roma[47], una vez más la persecución disuade los ánimos y reconcilia a los hombres, Esteban muere en 257 y Cipriano en el 258 ambos mártires.
Tras el edicto de tolerancia de Galieno en el año 260, la Iglesia vivió tiempos tranquilos en medio de un Imperio convulso, tuvo tiempo de afianzarse y expandirse pero también de relajarse y en cierta medida pervertirse, en el año 260 sube al episcopado de Antioquia Pablo de Samosata quien apoyado por la dinastía de Palmira, se convierte en Ducenario y cobrador de finanzas, viviendo lujosa y licenciosamente ; Pablo fue condenado por dos concilios, uno en el año 264 que le llamo la atención y ante el cual prometió enmendar su conducta; haciendo caso omiso de dicha advertencia Pablo continuo con sus excesos además de tomar posturas heréticas, fue condenado y excomulgado por un segundo concilio en Antioquía el año 268, pero este se negó a desalojar el lugar y el puesto, así pues la Iglesia en un acto inédito acudió a la intervención imperial en dicho asunto quien en el año 272 ordeno el desalojo de Pablo de "la casa de la iglesia" y por solicitud del emperador Aureliano el asunto "se asignara a aquellos que mantenían correspondencia con los obispos de la doctrina de Italia y de la ciudad de Roma"[48], vemos entonces en el incidente de Pablo de Samosata las primeras señales de la simbiosis que estaba por consumarse el del poder civil con el poder eclesiástico.
Tenemos a Pablo sostenido en el poder eclesiástico por la injerencia de la reina de Palmira Zenobia y su influencia sobre el territorio sirio; luego la Iglesia Católica solicito al propio emperador su intervención con el poder coercitivo para recuperar el obispado de Antioquía, la misma cita de Eusebio nos da pistas del prestigio de la Iglesia Romana por aquel entonces.
Para el resto del siglo III Eusebio nos presentara un cuadro donde si bien la Iglesia gozo de libertad, paso lentamente al libertinaje, encendiéndose la ambición de poder de unos contra otros tanto en el clero como en los laicos, a ojos de Eusebio esto fue lo que provocó la persecución de Diocleciano[49], dicho fragmento deja entrever como los cristianos habían comenzado a escalar socialmente ocupando posiciones en el ejército y en la administración imperial, incluso en el mismo palacio[50], si se piensa esto como exageración puede rastrearse la evolución de los sepulcros cristianos en Roma durante el siglo III y los nombres que comenzaron a aparecer entre los difuntos, además de la sofisticación del arte funerario.[51]
Para que la comunidad de Roma ascienda sobre las demás cristiandades, dos eventos serán claves, el ascenso de los patriarcados[52] y el traslado de la capital del Imperio a la ciudad de Constantinopla en el año 330, dejando a la ciudad de Roma como único patriarcado en occidente, siendo el obispo romano automáticamente una reminiscencia del emperador.
Para finalizar haremos mención de algunos sucesos claves que consolidaran la fusión Iglesia - Imperio, acaecidos sobre el siglo IV; tras los edictos del 311 y el 313, y el fin de las persecuciones, el cristianismo pudo reafirmarse y organizarse, una nueva herejía de índole racionalista, es decir diferente a las herejías cuasi fantásticas de siglos anteriores como el gnosticismo; el arrianismo se planteó una pregunta muy lógica, ¿era Cristo Dios o solo un hombre? El debate será extenso, por ahora solo diremos que puso en riesgo toda la unidad que se había venido consolidando en siglos anteriores, e hizo necesario la intervención del propio emperador, ahora único desde el año 324 con el fin de la tetrarquía; fue pues el concilio de Nicea en el año 325 el punto de no retorno en la intervención del poder temporal en el espiritual y viceversa; desde aquel año hasta su muerte en el año 337 Constantino fue otorgando facultades civiles a los obispos haciéndolos magistrados y jueces, eximiéndolos de impuestos entre otras prerrogativas, y así al menos de tácito la unión estaba consumada, el Imperio cristianizado y la Iglesia politizada.[53]
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[3] Diarmaid MacCulloch, Historia de la Cristiandad (Barcelona: Debate, 2011) 186.
[4] Werner Wilhelm Jaeger, Cristianismo primitivo y paideia griega (México: Fondo de cultura económica, 1965) 14.
[5] Frank Viola y George Barna, Paganismo, ¿en tu cristianismo? (Miami: Vida, 2011).
[6] National Geographic. Historia: La caída del Imperio Romano. (España: Editec, 2013) 112.
[7] Marcel Le Glay, Grandeza y caida del Imperio Romano (Barcelona: Cátedra, 2002) 254-55.
[8] Es celebre la apelación que realizo al apóstol Pablo al tribunal del emperador, lo que constituyo el móvil de su cuarto viaje preso a Roma. Hechos 25:11.
[9] Marcel Le Glay. Grandeza y caida del Imperio Romano (Barcelona: Cátedra, 2002) 340.
[10] Mirar las Apologías de San Justino y Atenagoras.
[11] Tácito, Anales. XV. (p.44 Ed. Porrua).
[12] Jules Lebreton y Jacques Zeiller, Historia de la iglesia desde sus origenes hasta nuestros dias: La iglesia Primitiva (Buenos Aires: Desclee de Brouwer, 1952) 238. La interpretacion de este pasaje de Tacito es discutida en este libro.
[13] Lebreton y Zeiller, La iglesia primitiva, 242.
[14] Según Cicerón toda religión en el imperio debía obtener el reconocimiento del Senado para ser legal. Sobre las leyes II,8 citado por: Marcel Le Glay. Grandeza y caida del Imperio Romano (Barcelona: Cátedra, 2002) 382.
[15] MacCulloch, Diarmaid. Historia de la Cristiandad (Barcelona: Debate, 2011) 188.
[16] Minucio Felix, Octavio. VIII.3
[17] Aristides, Apología. XV; Carta a Diogneto. V,VII; Atenagoras, Suplica a favor de los cristianos, II-XII.
[18] Historia Augusta, Severo. XVII,1.(p.243,244 Ed. Akal).
[19] Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. VI, 21
[20] Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. VI, 28.
[21] Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. VI, 28.
[22] Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. VII,13 Aquí transcripción del edicto.
[23] Jules Lebreton y Jacques Zeiller. Historia de la iglesia desde sus origenes I (Buenos Aires: Desclee de Brouwer, 1953) 396-98.
[24] Efesios 6:11-17.
[25] Clemente Romano, Carta a los Corintios Cap. XXXVII, V. 1.
[26] Ignacio de Antioquia, Carta a los Tralianos. Cap. III. V. 1.
[27] Will Durant, Cesar y Cristo (Argentina: Sudamericana, 1959) 361.
[28] Will Durant, Cesar y Cristo, 361.
[29] Ignacio de Antioquia, Carta a los Filadelfios. Cap. VII. V.1,2
[30] Efesios 2:20.
[31] Didakhe, Cap. XI.
[32] Efesios 4:11
[33] Didakhe, Cap. XV
[34] Cipriano de Cartago, Carta 55 a Antoniano, Cap. IX. V.1
[35] Ignacio de Antioquia, Carta a los Esmirniotas, Cap. VIII. V. 2.
[36] Barth D Ehrman, Cristianismos perdidos. Los credos proscritos del Nuevo Testamento (Barcelona: Crítica, 2009) En esta obra se denominara a los catolicos con el nombre de proto-ortodoxos.
[37] Norbert Brox, Historia de la iglesia primitiva (Barcelona: Herder, 1986) 106-7.
[38] Clemente Romano, Carta a los Corintios. Cap. XL. V. 3, 4.
[39] Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. V,24. v. 9.
[40] Ibid. V,24. v.12-15
[41] Jules Lebreton y Jacques Zeiller. Historia de la iglesia desde sus origenes II (Buenos Aires: Desclee de Brouwer, 1952) 80.
[42] Jules Lebreton y Jacques Zeiller. Historia de la iglesia desde sus origenes II, 80.
[43] Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. VI,43. v.7.
[44] Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. VI,43. v.7.
[45] Cipriano de Cartago, La unidad de la iglesia católica. Par.5.
[46] Julio Campos, Obras de San Cipriano : Tratados. Cartas. (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1964) 50.
[47] Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. VII, 3.
[48] Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. VII, 30. v. 19.
[49] Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. VIII, 1. v.7
[50] Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. VIII, 1. v.1-5
[51] Diarmaid MacCulloch, Historia de la Cristiandad (Barcelona: Debate, 2011) 191. y en detalle la obra: Engelberto Kirschbaum, Eduardo Junyent, y Jose Vives. La tumba de San Pedro y las catacumbas romanas (Madrid : Biblioteca de autores cristianos, 1954).
[52] Los patriarcados se desarrollaran con el cargo de los obispos metropolitanos, es decir los obispos de las metrópolis (iglesias madres) ciudades principales.
[53] Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica. X. 5.
Escrito por: Lucas Peláez Rivera.